La tradición más difundida cuenta que vinieron de Oriente, en número de tres, y que iban guiándose por una estrella que les condujo hasta Belén.
Allí buscaron al Niño Jesús recién nacido y le adoraron, ofreciéndole oro (representando su naturaleza real, como presente conferido a los reyes), incienso (que representa su naturaleza divina, empleado en el culto en los altares de Dios) y mirra (un compuesto embalsamador para los muertos, representando el sufrimiento y muerte futura de Jesús).
Antes de llegar, encontraron al rey Herodes, quien astutamente les conminó a que, de regreso, hablaran con él para darle noticia del sitio exacto donde se encontraba dicho niño; y, así, poder ir él también a adorarle. (En realidad, lo que quería era darle muerte, por eso ordenó la matanza de los inocentes).
El evangelio sólo habla de magos, en ninguna parte se indica que fuesen reyes.
Esta creencia apareció varios siglos después y se ha mantenido en la tradición popular. Tampoco se mencionan sus nombres en el evangelio.
Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del Rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?
Mateo 2,1-2, versión Reina-Valera 1960
Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre
María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes:
oro,
incienso
y
mirra.
Mateo 2,11, versión Reina-Valera 1960
Si bien parece contradictorio que practicantes de la magia sean admitidos como adoradores del Mesías, hay que tener en cuenta que el término griego μάγος (mago), no era utilizado únicamente para referirse a los hechiceros. Se utiliza, en este caso, para referirse a hombres sabios (así se los llama en diversas versiones de la Biblia en inglés) o, más específicamente, hombres de ciencia.
En algunos países existe la tradición de representar a los reyes trayendo los regalos que los niños les han pedido en sus cartas.
Claudia
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