
Cuando los franciscanos emigraron al sur de Argentina, llevaron consigo la imagen de la Virgen hasta donde se encontraba la mision de fray Luis Gámez. Alli levantaron un oratorio, pero la Virgen desaparecio después que el santuario fuese incendiado por aborígenes.
Pasado un tiempo, un grupo de indigenas tropezó con la misma imagen en el alto Paraná en medio de una luz muy brillante y arrullada por una extraña musica. Lo contaron a fray Luis Gámez y este ordenó el traslado de la imagen a la misión, pero la Virgen retornaba a su solitario paraje cuando todos dormian. Así comprendieron que era ese el lugar que la Virgen deseaba permanecer y establecieron allí el nuevo asentamiento.

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